domingo, 30 de noviembre de 2008

De profundis



Built To Spill tiene una canción llamada “Twin Falls” que aparece en su disco “There’s Nothing Wrong With Love” (Up Records, 1994). La canción dura apenas dos minutos y es el ejemplo perfecto del tema del que quería hablar. Hay bandas cuyas canciones toman un significado completo cuando son tocadas en directo. Esto puede parecer una obviedad, pero en realidad no lo es, porque no se trata de la simple separación directo-estudio y la diferencia que toma una canción tocada desde un escenario o al reproducirse; sino de sentido, sentido global. Es algo curioso y de una cierta profundidad. Por ejemplo, Radiohead en su momento cambió en sus conciertos las letras de las canciones para otorgar un significado distinto al de la grabación original, y Built To Spill es uno de esos grupos que tienen tendencia a revelar ideas, aclarar conceptos –tanto a nivel lírico como a nivel musical- y crear un conjunto de sus composiciones (cuando por lo general la mayoría de grupos reproducen las canciones sin modificar nada que pueda transformar una canción en otra completamente nueva).

Me explico. Todo esto viene a que llevo un tiempo repitiendo las escuchas de la canción (ha ido escalando de forma alarmante en mi lista de canciones favoritas), y me entró la curiosidad por ver algún vídeo en directo de la canción. Siempre había pensado que era muy corta, pero para mí ya adquiría un significado completo. Ni quitaba ni sobraba nada. Pero también me sorprendía que Built To Spill añadiera en su disco un tema que no llega a los dos minutos, especialmente después de ver su evolución y su tendencia a alargarlas (las del último disco, You In Reverse, duran cinco o seis minutos por norma general). Viendo el vídeo en cuestión, me di cuenta de la importancia de la distribución de las canciones de un disco, o si más no de la importancia que ciertas bandas atribuyen a estas cuestiones, que por lo general para los oyentes pasan desapercibidas.

Twin Falls” tiene como última frase “But that don’t bother me”. La canción se corta en seco, y ni un segundo después del último acorde, empieza “Some”, mucho más acelerada. A mi parecer es un cambio demasiado brusco como para no vincularlas de algún modo u otro. A parte de que parece que los acordes que abren Some sean el interludio de Twin Falls. El vídeo que he encontrado en YouTube sigue el mismo patrón y las reproduce juntas. Pero lo que me ha llamado la atención no es sólo esto (que ya es algo), sino que Doug Martsch, el vocalista, cambie “But that don’t bother me” por “except for in my dreams”. Esto tergiversa totalmente la semántica del tema.

Although I’ve never seen /
but that don’t bother me


y acabar la canción es distinto que enlazarla

Although I’ve never seen
except for in my dreams
some people think he’s good looking
some people think he’s not (…)
and she don’t even know
how could be that so?
”.

La otra duda que parte de este punto es por qué razón Martsch cambia la frase y junta los temas en directo pero en el álbum los separa. Conjuntos disjuntos, qué paradoja.

A esto, he llegado a dos conclusiones hoy. Una de ellas es mi capacidad de sorprenderme por estas nimiedades. La otra es que estos detalles clave son los que acaban por llevarme a magnificar una banda.
Lo dicho: escuchen a Built To Spill. Hay trabajo para desgranarlo todo, incluso lo incomprensible.


Twin Falls (álbum)




Twin Falls + Some (directo)






jueves, 20 de noviembre de 2008

Miscelánea


Qué mejor forma de celebrar que Right Away, Great Captain! ha sacado nuevo disco que colgando una de las mejores canciones de su anterior "The Bitter End". Y así de paso doy un poco de vidilla a este blog, que se apaga por momentos y no es plan.

My head will explode if I try to hold my breath any longer!



viernes, 7 de noviembre de 2008

In-Edit Beefeater 2008




Que el festival In-Edit Beefeater se ha convertido en uno de los imprescindibles anuales es algo casi irrefutable. Este año, al equipo de Indiespot y una servidora nos ha dado por confundirnos entre los 21.000 asistentes y embarcarnos en la odisea documental para empaparnos de todo (en la medida de lo posible).

Joy Divison, Brian Wilson, Hunter S. Thompson, The National, Low, The Rolling Stones, Edwyn Collins, Gorillaz, The Beatles, son sólo algunos de los nombres que han pasado por nuestras cabezas y nuestros ojos. Los sesenta, la Escocia del pop, las múltiples sesiones de grabación de los múltiples discos que aparecen en las películas, las consecuentes giras y todo lo demás, los contextos que se han anclado en nuestra memoria.

Aquí va mi aportación (mínima) a la revisión que hemos montado entre todos.



1. Low. You may need a murderer (David Kleijweght, 2008)


We took our pills / it changed the world. Dirigido por David Kleijwegt (The Eternal Children), este documental representa la mirada interna, la pincelada de introspección, la revelación sincera que algunos esperábamos ver en algún punto del festival. Alan Sparhawk y Mimi ParkerLow- son el epicentro de esta película paradójicamente costumbrista que se inicia tras la publicación de su último álbum, el maravilloso e hiriente "Drums and Guns" (Sub Pop, 2007). Drogas, amor, religión, evasión, música, matrimonio, demonios, existencialismo, paternidad, muerte, sangre; nada escapa a la visión de Kleigwejt, quien consigue coordinar lo complejo de sus creaciones con la experiencia vital de sus protagonistas. Nada en él es banal, nada es común. Y en ello radica la singularidad de la banda y la belleza -doliente- de todo que los circunda; una epifanía de emociones y sentimientos tan contradictorios como sinceros, una implosión que lleva el nombre de Sparhawk y una fragilidad que responde al de Parker y sus hijos. Todo esto ubicado en un escenario global: unos EE.UU. en crisis (y la fría Duluth, donde residen) y los escenarios, donde se manifiesta este torrente anímico. Más turbio que la niebla, más elocuente que el silencio. La caída (inexorable) al abismo que corresponde a lo más recóndito del ser humano.
Absolutamente imprescindible.






2. The National: A Skin, A Night (Vincent Moon, 2008)


A Skin, A Night”, es de este tipo de documentales o películas que cuando los ves por primera vez no sabes muy bien a qué conclusión llegar. Sabes que no te ha dejado indiferente, pero tampoco te ha cambiado la vida, por decirlo de alguna forma. Es de los que captan la atención pero no absorben, que tienen sabor pero fallan en sustancia, que atraen, pero no fascinan. El archiconocido Vincent Moon (alma de La Blogothèque) firma y filma en esta pequeña obra el singular proceso de grabación de su último álbum, Boxer (Beggars Banquet, 2007), que parece no ser más que la excusa para mostrar la cara más humana (y melancólica) de The National con una estética exquisita. Y a pesar de la dispersión, de “la falta de”, el efecto es épico, bonito. Casi lírico. Vincent Moon balancea la reflexión, la elocuencia de los personajes y los paisajes urbanos con delicadeza y fragilidad, y convierte el conglomerado en una enorme paradoja visual; una mezcla del éxito y circunstancias de la banda, la magnanimidad de su música y la infinita tristeza que todo lo rodea. Aquí la melancolía trasciende la pantalla; y, aunque la fórmula no siempre funciona, tampoco se puede decir que falla. ¿El resultado? Como una gota de tinta en un vaso de agua, que cantaban ellos: si no se remueve, no se mezcla. Y si se mezcla, pierde color.






3. A Technicolor Dream (Stephen Gammond, 2008)


90 minutos parecen ser los necesarios para la culminación de este interesante documental sobre la década de los sesenta. Ya se sabe: música, ideas y drogas que se balancean a través de imágenes, testimonios y una narración que rodean aquel happening (adjetivado así por John “Hoppy” Hopkins, uno de sus pensadores) del 29 de abril del 67, al que llamarían 14 Hour Technicolour Dream y resultó ser el principio del fin del movimiento underground tal y como se conocía entonces. No falta nada, pero tampoco sobra nada. Si obviamos la sinopsis con que presentaron la película (que no se ajusta del todo al contenido), podemos entender la misma como vehículo contextual de un concepto y una época de clara agitación social. Aquí se habla de todo: desde la lectura de poemas en el Albert Music Hall y la fundación de la London Free School hasta las manifestaciones del CND (el movimiento antinuclear que empezó en los cincuenta), el auge literario de la generación Beat y el principio de una era experimental que abarcaría (y cambiaría) lo que había sido entendido como cultura popular hasta entonces. Pink Floyd, Love, Move o Pretty Things (recuperados lícitamente por Gammond) musican este viaje a través del tiempo y el espacio; y Hoppy, Nick Mason (Pink Floyd), Roger Waters (Pink Floyd) o Joe Boyd (productor de varios grupos y co-fundador del club UFO) son sólo algunos de los muchos personajes que dan voz al movimiento, dando a percibir el idealismo, resignación, nostalgia y negación (mediante la voz de Waters) que ha permanecido a lo largo de esta travesía cultural. Un apunte interesante es, asimismo, la involución de la figura del malogrado Syd Barrett, quien ilustra, de forma más o menos metafórica, el transcurso del movimiento: la culminación inmediata y paulatina decadencia del underground.

Más acertado que su transcurso, un final incierto y contundente cierra el documental, que no es más que lo que se muestra, pero que tampoco por ello merece ser relegado al olvido.






Para ver el resto de revisiones (que no tienen desperdicio), haz click aquí (I) y aquí (II).



Resumen (por orden de preferencia)


1.
Low: You May Need a Murderer
2. Gonzo: The Life and Work of Dr. Hunter S. Thompson
3. The National: A Skin, A Night
4. Joy Divison
5. A Technicolor Dream
6. Caledonia Dreamin' / Edwyn Collins: Home Again
7.
Bananaz
8.
Beautiful Dreamer: Brian Wilson and the Story of "Smile"


* La parte curiosa es que no he visto ninguna de las películas ganadoras.