viernes, 18 de abril de 2008

Anatomía germánica



Hablar de la movida berlinesa es como intentar encontrar una aguja en un pajar: se cuecen tantas cosas en la ciudad que es prácticamente imposible desgranarlas para extraer una idea concluyente de qué movimiento impera entre tanta novedad.

Parecerá curioso hablar de una ciudad como Berlín cuando aquí, aparentemente, lo que allí se geste ni nos va ni nos viene. Es posible, pero habiendo visitado la ciudad y habiendo experimentado de cerca las corrientes alternativas que empapan la ciudad, no hablar de ello puede considerarse pecado. Y Nechaev (esté donde esté) seguro que estará de acuerdo.

Nuestro paso por Berlín tuvo una parte especialmente productiva. El underground de Berlín no es como el español, si es que hay realmente un underground español definible. Lo alternativo en Berlín es prácticamente imposible de conocer si no es mediante el boca a boca – oído a oído, pues no aparece en internet, ni en carteles, ni en ninguna parte. Hay en él, asimismo, ciertos destellos de megalomanía. Me refiero a “alternativo” a todo aquello (conciertos, fiestas, recitales, exposiciones, raves, etc.) que se aleja de las concentraciones de masas reales, sin implicar ningún tipo de juicio de valor acerca de la calidad de lo que se gesta. No es, por ejemplo, un Razzmatazz (en el plano exclusivamente indie, por ejemplo). También hay que decirlo, un gobierno permisivo ayuda mucho más a la innovación y a la expansión de los movimientos sin represiones.

El caso es que nosotros tuvimos suerte, y nos dejamos llevar por unos anfitriones sorprendentemente enterados. Y así, sin más, hemos podido extraer testimonio de tres lugares imprescindibles, para todo aquél que decida perderse en la noche berlinesa más auténtica.


Hoy, la primera parte.



1. SALON ZUR WILDEN RENATE





Es un exponente claro de todo lo que implica el movimiento berlinés: gente guapa, música de calidad, un ambiente cool y cierto secretismo para mantener la legitimidad del lugar. Es habitual hacer colas en este tipo de sitios, pues hay cierto proceso de selección (que aquí resultaría poco comprensible, dada la poca opción que hay) para entrar: ambos sexos por igual, no demasiados guiris y algo de conocimiento musical. Podrían hasta preguntarte quién pincha esta noche para saber si realmente mereces un puesto ahí dentro. A nosotros no nos preguntaron nada, por suerte, teniendo en cuenta que lo malo que es/era nuestro alemán. La selección parece muy elitista, pero tiene cierta lógica, pues son espacios reducidos y normalmente hay mucha demanda (y decimos “mucha” teniendo en cuenta que Berlín es una ciudad con una superficie de 891 km²).

La Wilde Renate nos sorprendió, básicamente porque en Barcelona sería impensable. Entre edificios industriales y paredes de cemento, se encuentra esta casa residencial despojada de muebles, decorada con sofisticación y pinceladas kitsch bastante auténticas. Cada habitación tiene un color y una función: billar y sala de humo (ambas en el primer piso), sala para descansar (sofás y camas incluidas), bar, dos pistas de baile y cuatro zonas chill out (en el segundo piso). Las pistas de baile fueron en su día, probablemente, el comedor y una de las habitaciones más grandes (calculamos con capacidad de albergar un centenar de personas).


La música, básicamente electrónica/minimal y electroclash. Lo que suponemos que aquí serían los cabezas de cartel de una sesión importante, pues la calidad es muy buena, es un placer bailar algo así.

Y eso es lo habitual en Berlín.


Coste de la entrada : 6 euros.
Guardarropa: 1 euro (todo incluido, aunque lleves cincuenta maletas).
Abre los sábados, pero de forma irregular.

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