jueves, 28 de agosto de 2008

Manifesto! (o lo que sea)



Hoy me he comprado el número de septiembre de Rockdelux, cosa que no interesa a nadie y que tampoco es noticia, dado que lo hago cada mes. Pero es una forma más o menos sutil para introducir el tema que quería comentar.

Por lo general estoy satisfecha con los contenidos (de hecho, me parece la publicación de pago sobre música más interesante del mercado) y suelo estar bastante de acuerdo con los artículos de opinión que se publican en la revista. Pero hoy no. Hoy he leído la editorial que Santi Carrillo publica bajo el título “En efecto” y animo a que hagan lo mismo todos los que se miren este blog de vez en cuando. Contraste de opiniones, supongo.

En el artículo, Carrillo menciona a Amy Winehouse, a Facto Delafé y a Thom Yorke. En general no tengo nada que objetar a dichas menciones, y me reservo mi opinión sobre la forma, el estilo y el tono del artículo, porque no tengo intención alguna de entrar en eso. Es cierto que me gusta Radiohead y es más que probable que sea el hecho de que hable de Yorke lo que me ha impulsado a escribir todo esto, aun siendo plenamente consciente de la polémica que Carrillo adora suscitar. Así que me centraré en el contenido.

Para empezar, no entiendo el por qué de todo esto. Supongo que los artículos de opinión están para eso, para comentar y ser comentados. Para debatir; para afirmar o contradecir, para ser reflexionados. Pero en general los de dicho editor no me inspiran esta premisa, y es por esta misma razón que ya no acostumbro a tomármelos en serio. Es posible que si hoy no me hubieran señalado el artículo en concreto ni le prestara atención. Es lo que tiene –según mi opinión- escribir por escribir y provocar por provocar. La demagogia en general tiene un carácter naïf que hace que sienta que pierdo el tiempo. Hasta escribir sobre ello me da la misma sensación, pero bueno, digamos que me apetece.

En fin, la cuestión es que –apelativos innecesarios aparte- Carrillo habla de los grupos/imitadores que han seguido la escuela de Radiohead en los últimos años. Lo cierto de esta mención es que los hay. Lo que hace que discrepe es que escriba que lo hagan “ya sea por la vía civil, el indie, o por la vía criminal, la mainstream”. Lo primero que me he planteado es qué quiere decir con “la vía civil” y a qué se debe referir con el término “indie”. El género “indie”, si es que es realmente un género, ha ido mutando con el tiempo. Hoy en día creo que ya no se considera indie la música independiente como paradigma de subcultura en sí, sino como un estilo en concreto, que puede ser más próximo al mainstream o no pero que sigue más o menos una misma base musical. Dudo mucho que el señor Carrillo ignore este hecho, y más teniendo en cuenta la gran cantidad de subgéneros que han ido apareciendo a lo largo del tiempo en relación a este tipo de música (y su razón de ser). También es cierto que hay mucho mainstream infumable en nuestros días, pero del mismo modo que hay mucho indie que también lo es.

Creo que es absolutamente imprescindible que alguien que escriba sobre música lo haga con conocimiento y con un afán mínimamente constructivo. Ya no hablo de autocrítica, porque los lectores saben bien cómo se toma la revista los comentarios negativos (sino, miren la sección “Radar” de cada mes). Hablar del mainstream como “vía criminal” me parece un comentario plano y petulante. Y más si no se especifica a qué se refiere con el término. ¿Mainstream como música “comercial” (dejando de lado el hecho que toda música tiene una mínima intención comercial), como música popular, como corriente principal, como qué? ¿Es lícito empaquetar toda la música mainstream como criminal? ¿Y toda la música indie –sea lo que sea la música indie- como civil? Esto me remite a pensar sobre el origen de toda banda que no sea un producto más o menos prefabricado. Dejemos de lado emisoras, televisiones y todo esto y centrémonos. Leyendas como Sonic Youth o Jesus and Mary Chain, por ejemplo. Gigantes como Bob Dylan o Bowie. Grupos emergentes como MGMT (que ya empiezan a cansar, pero bueno). Todos ellos han vendido millones de copias y tienen sus respectivas legiones de admiradores y detractores. Son más o menos respetados por la crítica y aún así, son un ejemplo de cultura mainstream. Al menos es lo que ahora representan si nos centramos en la etimología del término. Y ahí me pregunto, ¿éstos no forman parte de ese colectivo que ha seguido la vía criminal? ¿Deberíamos preguntar al señor Carrillo si distingue entre mainstream bueno o mainstream malo, o algo así? Porque si no es así, no le veo el sentido a la frase en sí. Por otro lado, el término “civil” me parece igualmente desafortunado. ¿Civil como sinónimo de ciudadano y urbano o como conciliador? ¿Existe una vía civil en sí en términos musicales?

Prosiguiendo –y esto es sólo el primer párrafo-; el señor Carrillo califica a Yorke como “mariscal” (véase definición totalmente inconexa en la RAE) y genio referencial –puntualizando, eso sí, que lo es en cuanto a mercadotecnia-. Cierto es que hay opiniones de, sobre y para todo, pero ¿qué tiene que ver esto con su música? ¿Hay que penalizar un grupo o un individuo por el mero hecho que su trabajo o su estrategia comercial haya sido exitosa? Una cosa es la calidad de la música y otra, en principio independiente (o eso tendría que ser), los fines comerciales de la misma, y es un error meterlos en un mismo paquete. Y todo esto devuelve al lector al kit de la cuestión, al mainstream, al indie, a la vía criminal y a la vía comercial que yo personalmente todavía no entiendo.

Después el señor editor menciona a los críticos que aplauden a este tipo de música, cosa totalmente lícita si en sus palabras hubiera un mínimo atisbo de autocrítica y una finalidad algo más clara que la de hablar por hablar. “Hay críticos que se tragan eso sin rechistar y aplauden con rigor y seriedad tanta originalidad. En efecto, tela marinera”. Léase entre líneas desde la palabra “falta de criterio”, que es lo que al señor Carrillo parece sobrarle. Y bla, bla, bla.

En fin. Lo que más me indigna –a parte de la petulante y molesta entrada del artículo, puesto que nada es “en efecto” global en él- es que todo este séquito de habladurías las escriba el director editorial de una revista que publica en su lista “Crazy in Love” de Beyoncé como mejor single de un año y “Umbrella” de Rihanna en otro.

Absolutamente paradójico.